sábado, 16 de junio de 2012

EL HOMBRE. Parte dos.


Podemos decir que se conocen dos tipos de vidas bien definidas en el ser humano: Una llamada vida activa y la otra es la vida intensa.

No es lo mismo vivir activa que intensamente. Vivir una vida activa es estar pendiente del trabajo, del estudio, de las cosas materiales, no teniendo el tiempo suficiente para dedicarse a otros menesteres como el cuidado de sí mismo.

La vida cotidiana hace que aumentemos nuestro trabajo para poder mantener lo material que teóricamente nos hace felices, no es nada más ni nada menos que una pobre ilusión de lo que lleva la vida. Esta vida, la vida activa, es una vida hacia afuera del hombre, es una lucha del hombre por tener y poseer donde impera la envidia y la competitividad.

La vida intensa es la vida del auto conocimiento, el conocerse a sí mismo; nosce te ipsum como lo decía Sócrates; entonces, ¿Para qué el hombre necesita o pretende conocerse a sí mismo?

El hombre debe conocerse a sí mismo para perfeccionarse, para no quedarse con dudas o para quedarse con la menor cantidad de dudas posibles y acercarse a la verdad, a Dios a la esa deidad que no tiene nombre.

Y si bien es cierto que el todo está en el todo y todo está en todas las cosas; nos referimos al todo dentro de sí, que Dios se encuentra en nosotros. El todo es mental; todo es doble y dual, así como el hombre posee el cuerpo y el alma.

El camino del auto conocimiento es duro, difícil, trabajoso, sinuoso y para ello debe contarse con voluntad, despojo y tiempo. Este camino no se termina nunca y es una elección de vida, vida de sacrificios y trabajos.

La regla que mide el tiempo para el trabajo, ese tiempo utilizado para fines nobles como es el conocimiento de sí mismo, los antiguos sabios lo llamaban “Ocio”.

Cuando se carece de “regla” como reloj y ley, se carece de ocio para negarlo y la negación del ocio se llama “Negocio” entrando fácilmente en la vida activa, sin reglas claras para el “si” ni para los otros sufriendo una enfermedad como es el “stress” como consecuencia del activismo de la vida “PRO” que es la vida hacia afuera.

El carecer de “regla tiempo” como consecuencia del Neg-ocio sostenido a lo largo del tiempo enferma y mata por stress, depresión y la falta de vida “INtroyectiva” hacia adentro.

A tal punto de la discusión se llega a la conclusión que el hombre para ser hombre debe tener en claro que posee dentro suyo algo que se llama “Alma”.

El alma, del latín “anima” se usaba para designar el principio por el cual los seres animados estaban dotados de movimiento; espíritu es el aliento del ánima.

Platón consideraba al alma como la dimensión más importante del ser humano. Hablaba de ella como si estuviese encarcelada en un cuerpo, idea prestada del orfismo. Timeo decía que estaba compuesta de lo idéntico y lo diverso que era “sustancia” que el Demiurgo usó para crear el alma cósmica y los demás astros, creía en dos almas: la pasional que residía en el tórax y la apetitiva que estaba en el abdomen.

Aristóteles la define como psique y forma una unidad sustancial entre materia y forma que son inseparables en los seres vivos, se desprende de su definición la visión dual del hombre, cuerpo y alma. Mientras el cuerpo es la materia corruptible y tangible, el alma es incorrupta e intangible.

Tomás de Aquino plantea una definición aristotélica, antropológica y a su vez, Platónica.

Dejando de lado el pensamiento occidental posterior a éstas definiciones y volviendo al alma como psique o mente es imposible no mencionar a los siete principios Herméticos de la verdad.

Los principios de Mentalismo, Correspondencia, Vibración, Polaridad, Ritmo, Causa y efecto y Generación.

“La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera transmutación es una práctica, un método de arte mental”.

En los actuales momentos en el mundo hay un afán por el saber. Los centros de educación se multiplican. La gente se está dando cuenta que el conocimiento abre nuevas perspectivas, tanto laborales como intelectuales y sociales. Pero es importante anotar que los títulos no bastan para lograr el desarrollo humano. Todos sabemos que la indelicadeza con el tesoro público y la corrupción administrativa no son obras de simples analfabetos. Es más, el “doctor” sin los valores éticos y morales es una amenaza para la sociedad, para la estabilidad de las instituciones republicanas y para la permanencia del género humano sobre la faz de la Tierra. De ahí que las entidades educativas deben empeñarse en formar hombres que no sólo dominen la ciencia, sino que sean modelos de virtudes. En ese sentido, se propone una educación laica, que garantice una verdadera libertad de conciencia, para que la humanidad marche hacia una moral sin dogmas y pueda superar “la minoría de edad”, según la expresión kantiana, iluminada por la intelligenttia surgida del portentoso avance de las ciencias.

Mediante lo expuesto, nos queda claro que el hombre es cuerpo y alma, poniendo el esmero y con medida que el alma es la expresión divina puesto en el seno del ser.

Que el hombre debe ser medido y con metas de crecimiento claras para poder abrirse paso a las sombras de la mediocridad, conocerse a si mismo corresponde conocer el medio y el camino para salir de la oscuridad de la caverna, aquel mito del que habla Platón.

Que carecer del tiempo es permanecer en la ignorancia y vivir profanamente es ser perezoso para sí y con los demás.

Que el hombre virtuoso, trasciende alquímicamente, todo lo que toca, que necesita de los otros para llegar a las metas en común, que admitiendo su intrascendencia física adquiere menos prejuicios y más cualidades, que a cada etapa de crecimiento, se enfrentara con desafíos mayores. El hombre pacientemente modelado, éticamente íntegro cuya visión amorosa se despliega al infinito, entrega generosamente lo que es y sabe al otro, a la sociedad, en definitiva al éter, pues sabe que ya en lo cósmico, todo se replica y multiplica, para su propio bien y el de toda la humanidad.

José Luis Senlle

No hay comentarios: